Jóvenes de Limón ‘se venden’ al narco por ropa, celulares y autos de lujo

Publicado en: Noticias, Progreso social, Proyectos | 0

Por Magdalena López

  • Pobreza los empuja desde los 15 años a ofrecerse para trabajar con bandas

Limón. «Las bandas de narcotraficantes no llegan a buscar a los muchachos de esos barrios, eso se pasa de boca en boca. Los jóvenes de escasos recursos buscan a estas bandas para trabajarles. He visto muchachos de 20 años que ya andan manejando vehículos de $90.000, lo curioso es que usted va a la casa y es una familia muy pobre».

Quien habla es Román Marchena Marín, de 49 años, abogado y jefe de la Delegación del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), en Limón.

«Hace tres años –agregó– esa conducta estaba muy marcada aquí, de gente joven que se exhibía en vehículos lujosos. Ellos no invierten en casa, paseos, terrenos ni educación. Invierten en vehículos y así se hacen notar. Al ver este comportamiento, a muchos jóvenes se les va haciendo un ideal ser parte de este gremio».

Tanto él, como Nelson Barquero, comandante de la Fuerza Pública en esta ciudad del Caribe, conocen bien cómo parte de la juventud “se vende” al narcotráfico a cambio de costosa ropa, celulares y hasta vehículos de lujo. No saben cuántos son, pero sí tienen un perfil de dónde provienen y cómo entran al negocio.

Empiezan jovencitos. “Se comienzan a incorporar de 15 años en adelante. Es una población con la creencia de que al ser menor de edad puede cometer un delito sin ser llamada a afrontar la ley”, explicó Michael Soto Rojas, jefe de la Oficina de Planes y Operaciones del OIJ.

Son muchachos de barrios con muchas carencias económicas, de familias desintegradas, criados por sus abuelos u otros parientes porque sus padres están en prisión o se desentendieron de ellos. Bajo esas condiciones, “sus valores morales y familiares están por el suelo y no se sienten mal por lo que hacen”, puntualizó Barquero.

Yalile Esna Williams, directora regional del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), manifestó que quienes se meten en el narcotráfico provienen de lugares con problemas económicos, donde se asienta la pobreza, porque al no tener acceso a bienes materiales comienzan a delinquir.

“No todos los pobres son narcotraficantes, porque no se puede decir eso, pero sí se puede decir que el narco está incidiendo mayoritariamente en la juventud de extractos más bajos y que viven en barrios urbano-marginales”, explicó la que fuera diputada liberacionista entre 2006-2010.

Tierra fértil

Si se revisa el índice de pobreza multidimensional (IPM), que considera educación, vivienda, salud, trabajo y protección social, la Región Huetar Caribe registró en el 2017 un 31,7%. Un año antes estaba en 35,6%.

Bajo este mismo indicador, Limón es la segunda región más pobre del país, apenas superada por la Región Huetar Norte, la cual tiene el porcentaje más alto: 34,7%.

Según las autoridades, en estos hogares están los jóvenes que más se involucran en el narco, quienes empiezan en las labores más bajas de la organización.

“Las escalas más básicas son como transportista, como ‘campana’ (avisa cuando viene la Policía), informante”, agregó Nelson Barquero, quien agregó que la forma de pago es la misma: “con teléfonos, con ropa, con zapatos, con efectivo”.

En un búnker, sitio destinado a la venta de drogas en un barrio, los oficiales de la Fuerza Pública se toparon hasta con niños de 10 o más años que servían como “campana”. Cuando ellos veían a alguien acercarse, salían a preguntarle qué quería y, si era droga, se iban hacia el vendedor, comunicaban la cantidad y así el traficante no se evidenciaba.

¿Podrán algún día estos jóvenes abandonar las bandas? Román Marchena, del OIJ, es muy realista: “No es que les cuesta salirse, es que ellos no quieren salirse porque es un modo de vida para ellos… Eso se vuelve un modo de vida”. Igual de realista es Barquero: “Es muy difícil para ellos salir del negocio, porque ellos no ven viable una opción de estudios”.

El patrón que se sigue para conformar las bandas es la ostentación, porque los narcotraficantes seducen por la vista. “Imagínese usted a un joven de 16 o 17 años viendo al vecino de 18 años o 20 que anda un carro 2017. Esto es impactante para ellos y un modelo a seguir para algunos. Los pobres buscan las bandas para ser parte de esas bandas”, recalcó el jefe del OIJ en Limón.

A ello, se suman factores de confianza que les hacen sentir parte de un grupo. Por ejemplo, los líderes les confían armas o les regalan vehículos para que los inscriban a nombre de ellos, agregó Marchena.

Sin miedo al riesgo

¿Y los peligros que afrontan estos jóvenes? Son muchos, comenzando por las disputas entre grupos por los “territorios” en los que hacen negocios.

Román Marchena contó que hay menores de 15 o 16 años, o muchachos de hasta de 20 años, nacidos en barrios pobres, que comienzan a trabajar en estas redes como tripulantes de las modestas embarcaciones que van a traer marihuana a Jamaica, bajo el mando de capitanes de 40 o 50 años, que tienen contactos allá.

Es un viaje de más de 1.100 kilómetros en cada sentido, donde los traficantes se exponen a tormentas, fuerte oleaje o un naufragio.

Pero no solo eso. También se enfrentan a “tumbonazos”, es decir, a ser asaltados por otros narcotraficantes que les arrebatan las cargas de 450 o 900 kilos de picadura.

“Tenemos casos en que le han dado muerte a tripulantes ticos que han salido de Limón y hoy están desaparecidos. Desde el punto de vista policial, creemos que los han matado para quitarles la droga”, advirtió Marchena.

La organización criminal por dentro

La organización criminal por dentro

Si los jóvenes metidos en el narcotráfico son rudos, violentos “y no les da miedo delinquir, pueden adquirir un liderazgo a los 22 o 23 años”, pero eso no dura mucho. Así lo afirmó Michael Soto, al señalar que “la mayoría de los delincuentes de la zona no llegan a consolidarse como delincuentes más allá de los 35 años. A los 35 están muertos, detenidos o lesionados gravemente”.

Ese podría ser el caso de grupos liderados por jóvenes como Keylor Jacob Cole Kelly, alias Gato Cole; o Dinier Estrada Jiménez, alias Ojos Bellos. Ellos y algunos de sus compañeros ya purgan condenas por narcotráfico o tentativas de homicidios en las cárceles del país.

Limón es tierra fértil para los narcotraficantes dada su cercana conexión marítima con islas en las que se siembra marihuana, pero también por su desempleo (9,1%), que es superior a la tasa nacional de 8,4%. Ese porcentaje implica que al menos 18.000 limonenses no laboran, de acuerdo con las cifras del INEC.

Toda esta combinación de factores favorece que los muchachos que viven en medio de la pobreza aspiren a emular “los patrones de éxito” que ven a diario en su entorno, declaró Michael Soto.

“Si a un sujeto le va bien como delincuente, si es un joven, violento, tiene armas, carros, mujeres, entonces otros muchachos quieren tener todo eso y ser como ellos (…). Siguen patrones de pertenecer al narco, porque ser agresivo genera dinero”, afirmó el jefe de Planes y Operaciones del OIJ.

El negocio de la marihuana en Limón es grande pues la droga no solo se queda en la provincia, sino que, según Soto, los narcos caribeños controlan la distribución en puntos de San José, Puntarenas, Guanacaste y regiones fronterizas con Nicaragua y Panamá. Ese gran mercado genera, a su vez, violentas disputas entre bandas para definir quién se queda con la mayor tajada de clientes.

Ello puede explicar por qué la tasa de homicidios en Limón es de 22 por cada 100.000 habitantes, mientras en el promedio nacional es de 11,8.

«Limón, como provincia, es una de las más violentas», resumió Soto, al indicar que el mismo patrón de homicidios que se da a nivel nacional se refleja en esta región del Caribe; es decir, muchos ocurren por ajustes de cuentas entre narcotraficantes. Lo más grave es que las víctimas, algunas de ellas inocentes, tienen, en promedio, entre 18 y 30 años.

“Estamos hablando de jóvenes, masculinos, en etapa muy productiva de sus vidas”, se lamentó.

Bajo estudio académico

Una tesis de licenciatura en Psicología, de la Universidad de Costa Rica, revisó la problemática del uso de drogas en Limón y la relación entre pobreza, desempleo, deserción y narcotráfico en la provincia.

  • La psicóloga Katherine Cordero y otros, mencionan a Limoncito como uno de los barrios más peligrosos, según los habitantes, debido a los enfrentamientos entre las bandas dedicadas al tráfico y comercio de drogas.
  • Para su investigación, entrevistó a jóvenes de la provincia que viven en un ambiente de droga, alcohol, vandalismo, armas, violencia y asaltos.
  • «Juan» es un adolescente que vive en Limoncito. Desde temprana edad carece de una red de apoyo familiar y no precisa en qué trabaja, solo hace referencia a que tiene un «horario flexible». Abandonó los estudios hace varios años y no ve como prioridad retomarlos; él está confiado en que pronto tendrá un negocio propio y que no necesitará un título universitario.
  • El joven hizo referencia a por qué los ciudadanos siempre callan y no contribuyen con la autoridad. «Si usted llama a la Policía el sapo es usted, y no lo van a querer y probablemente va a terminar tirado en el Zurquí. La Policía sabe quiénes son narcos y avisan cuándo se van hacer allanamientos», agregó.
  • Según Cordero, «factores cotidianos como la pobreza, el desempleo y la deserción escolar» incrementan el riesgo de entrar en el narcotráfico.

Fuente: Cotidianidad y abuso de drogas en la adolescencia: Un estudio sobre los factores de vulnerabilidad de jóvenes viviendo en el cantón central de Limón. Tesis de Licenciatura en Psicología, Universidad de Costa Rica, 2017.

Proyecto publicado en La Nación

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *