Estudiantes frenan ola de violencia con medidas preventivas y comunitarias

Por Oscar Quirós

Yuriana Zárate tiene 14 años y está en octavo año en el Liceo de Guararí. Su colegio cuenta con 670 estudiantes y está en un asentamiento de Heredia dónde desmejoraron las condiciones de vida desde 2019, según el penúltimo estudio del Estado de la Nación. Yuriana dice que su colegio “es un lugar muy pacífico, en donde puedo venir y ser yo misma; es como mi segundo hogar”. Su opinión es compartida por más estudiantes del centro educativo.

En 2022 en el país se registraron 881 casos de enfrentamientos y violencia entre estudiantes, de acuerdo con la Contraloría de Derechos Estudiantiles del Ministerio de Educación Pública (MEP), y hay evidencias de que en los últimos meses algunos jóvenes llegaron armados a diferentes centros educativos de Costa Rica.

En lo que va del año se registran 620 casos de violencia en centros educativos y el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) reporta 657 denuncias por delitos cometidos en escuelas y colegios. Además, la Contraloría del MEP ha atendido 32 situaciones por drogas.

Frente a esa situación, lo que manifestó Yuriana demuestra un cambio esperanzador.

El Liceo del Sur, en barrio Cuba, tiene 750 estudiantes matriculados. Kisha Vargas es una de ellas. Asegura que “en comparación al año pasado este es más tranquilo; caminar por los pasillos es súper tranquilo, antes usted caminaba y se sentía la tensión”.

Lisandro Castillo, también estudiante del Liceo del Sur, expresó que “ya no hay pleitos, ha estado muy relajado”.

El Liceo José Joaquín Vargas Calvo, en Montes de Oca, atiende a 1028 alumnos. Clanssy Castro, de undécimo año, dijo que su colegio “es bastante tranquilo, es bonito, es como un espacio que, dependiendo de las personas con las que uno esté, es bastante tranquilo”.

¿Qué los diferencia a otros colegios donde se presentan gran cantidad de delitos?

En el Liceo de Guararí se instauraron en el 2022 los gestores de paz, que son grupos de alumnos de diferentes niveles que trabajan con la dirección y profesores en la prevención de la violencia.

En el colegio herediano el trabajo preventivo comenzó luego de una pelea entre estudiantes. Su directora, Alexandra Bustos, dio forma al proyecto Estudiantes Unidos por la Paz y la Convivencia Estudiantil; en ese momento se unieron nueve estudiantes y actualmente son 100.

“Tal vez en algún momento muchos de los que estamos aquí pasamos por momentos de recaídas, depresión, ansiedad; es un grupo donde hay gente que lo apoya a uno, lo cuida, lo valora y lo ayuda”. Así se expresó Monserrat Arce, de 14 años, que cursa el octavo año y es una gestora de paz.

Un gestor de paz es una persona que tiene una comunicación asertiva y que busca que la resolución de un problema sea alternativa, sin llegar a los golpes.

Jilber Morales, de 17, estudiante de décimo año, también es gestor de paz:

Yo entré el año pasado y había demasiado conflicto en el cole, había mucho bullying, muchas agresiones, físicas y psicológicas y junto a la directora decidimos hacer ese cambio en el colegio para que tenga una mejor imagen”.

Estudiantes Unidos por la Paz, como se autodenomina este grupo dentro del centro educativo, reciben talleres de pintura, escultura, deportes y charlas con psicólogos clínicos, trabajadores sociales y médicos, entre otros, que les hablan sobre diversos temas, como de las enfermedades de transmisión sexual y sobre masculinidades responsables. Asimismo, participan de cine foros.

Miercoles 31 de mayo. Liceo diurno de Guarari, Guararí, Heredia. Chicos reciben un curso de primeros auxilios con Marila Hilario (jeans) y Samantha Sazani (vestida toda de negro) Jilber Jasmir Morales de 17 años. foto: Eyleen Vargas Dávila.

Jilber Morales, estudiante del Liceo de Guararí, participa en una de las actividades orientadas a la formación y prevención de la violencia. Foto: Eyleen Vargas Dávila

En el caso del Liceo del Sur, todo inició con una amenaza de tiroteo en 2022. El exterior de este centro educativo es similar al de cualquier colegio, pero se diferencia de los otros en que todos sus pasillos interiores tienen murales llenos de color, con figuras emblemáticas, frases de motivación y diseños abstractos, elaborados por los estudiantes.

Otra medida preventiva que realiza la institución, comentó Jasón Campos, director del Liceo del Sur, es hacer patrullajes con ayuda del personal de la institución posterior a cada receso y al ingreso en las mañanas, para evitar conflictos entre los estudiantes. “Hay muchas personas alrededor que quieren ingresar o que quieren buscar estudiantes que traigan la droga al centro educativo. Tenemos muchos chicos en consumo, en rehabilitación y en el IAFA (Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia), pero lamentablemente no logramos mucho si los padres de familia no se comprometen y una de las grandes debilidades de nuestro centro educativo es el poco apoyo de los padres”, manifestó Mónica Barquero, jefa del Departamento de Orientación del Liceo del Sur.

A pesar del panorama, la institución realiza convivencias donde se tocan temas de respeto, convivencia, integración y prevención de violencia. Asimismo, se hacen desayunos compartidos, donde los grupos se organizan en conjunto con un docente y posteriormente efectúan actividades relacionadas a temas preventivos.

En el Liceo José Joaquín Vargas Calvo se organizan actividades preventivas y desde el 2022 se ha brindado un espacio a la población diversa y LGTBIQ. “Hemos dado todo el apoyo desde esta instancia”, expresó el director Emmanuel Esquivel.

Los crímenes de odio por orientación sexual e identidad de género no están tipificados en Costa Rica. De acuerdo con la Contraloría de Derechos Estudiantiles del MEP, en 2022 se recibieron seis denuncias y este año se han contabilizado cuatro casos de acoso contra estudiantes LGTBIQ.

En junio, el mes de la diversidad, tanto en 2022 como este año se realizó una marcha “con el sentido de no solo hablar de diversidad sexual, sino también de otras formas de diversidad” mencionó un profesor de sexualidad y afectividad, quien prefirió no identificarse.

Pese a los esfuerzos, aún quedan dificultades por resolver. Sebastián Vallecillo, quien es estudiante de décimo año y ha apoyado estas actividades, dice que, aunque el colegio trabaja por abrir las mentes:

es una desmotivación ver (…) que alguien no puede expresarse libremente porque ya tiene a cinco monos (personas) criticando su forma de ser, de expresarse y de opinar.”

“Me preocupa que lo que pasa afuera no lo podemos controlar. Entonces por más que nosotras trabajamos protocolos, trabajamos con los chicos el autocontrol, medidas alternas de los conflictos, a veces ellos vienen de un ambiente que no les ayuda” mencionó Mónica Calderón orientadora del Liceo Vargas Calvo.

¿Qué más se puede hacer?

El manejo de las emociones, es una de las razones que lleva a los jóvenes a comportarse violentamente, a criterio de Óscar Valverde, director ejecutivo de la Fundación PANIAMOR, pero también el contexto en que se desenvuelven tiene una incidencia en estos comportamientos:

ellos no nacieron en el vacío, no son violentos porque si, (…); estas personas se relacionan de esa forma, porqué de alguna forma han aprendido a relacionarse de esa manera”.

“Entornos familiares, donde la violencia, no solamente se legitima o naturaliza, sino a veces se promueve, o a veces se convierte en la única forma de relacionamiento, entre los miembros de la familia o con el mundo exterior”, aseguró Valverde.

La experta en temas de niñez y adolescencia, Rocío Solís indicó:

debemos de volver a establecer y trabajar de forma coordinada con las instituciones, que conocen y trabajan las situaciones que se nos presentan en los centros educativos, (…); y entender que nuestros niños y jóvenes son población vulnerable, y víctimas del desastre social en que ha caído el país.”

“Estos elementos de carácter comunitario y familiar, también tendríamos que situarlos en un país que cada vez tiene una mayor desigualdad social; y eso efectivamente establece unas brechas de equidad enormes, que han venido haciendo que muchas   personas, familias o comunidades de alguna forma se vean obligadas primero y de repente después se da una sucesión a introducirse en la economía criminal” mencionó, Valverde.

La exclusión educativa, es otro factor a considerar pues los jóvenes son presa fácil de bandas criminales. En 2021 se reportó un 2% de exclusión, para 2022 se estima el 3,9%, según el Departamento de Análisis Estadístico del MEP. “¿Qué podrían ser incentivos para la retención escolar? No quitar comedores, ni transporte estudiantil y luchar por el presupuesto a la educación”, mencionó Solís, quien también fue viceministra académica del MEP.

En el área de prevención de la violencia, el MEP cuenta con el Programa Nacional de Convivencia Estudiantil, el cual tiene como fin generar acciones en los centros educativos, para la formación en valores de respeto por la diversidad, participación activa en la comunidad, colaboración, autonomía y solidaridad.

 “En el centro educativo la mayor problemática puede ser bullying o puede ser violencia física; a partir de ahí se tienen que elaborar sus planes de convivencia”, comentó Lilliana Rojas, jefa de Convivencia Estudiantil del MEP.

El ministerio ha realizado alianzas con diferentes instituciones: Fuerza Pública, Poder Judicial, colegios profesionales como el de Abogados, Trabajo Social, Orientación y Psicología, el Ministerio Justicia y Paz, y otras organizaciones internacionales.  Asimismo, cuenta con ocho protocolos de atención, ante diferentes situaciones de violencia. “Uno puede considerar que resulta muy engorroso, pero ese es el accionar”, expresó Rojas.

Los protocolos tienen un proceso largo entre redacción de actas, entrevistas, llamadas y reuniones, que para los educadores se suma a la “carga laboral”, según Gilda Montero, presidenta de la Asociación Nacional de Educadores (ANDE):

Mientras todo esto se lleva a cabo, los estudiantes siguen teniendo problemas de indisciplina”.

Durante la aplicación de los procesos, “es necesario que la familia y los educadores se pongan de acuerdo, por el bienestar de los mismos niños o de los mismos jóvenes; y ponerse de acuerdo es un tema complicado, porque si tenemos familias disfuncionales, las familias disfuncionales no van a atender al llamado de los centros educativos para un seguimiento, para una orientación”, expresó Montero.

La implementación de gestores de paz, es un elemento positivo a criterio de Valverde “porque de alguna manera, están visualizando y considerando a los estudiantes, como protagonistas en la construcción de los entornos de convivencia y esos entornos pacíficos”. Igualmente, señala positivamente la realización de actividades recreativas “está comprobado, no solamente que utilizar este tipo de actividades hace que las personas, puedan gestionar emociones, relajarse y puedan incluso desarrollar actividades que faciliten la permanencia y motivación, a permanecer en el sistema educativo”.

Finalmente, Valverde mencionó, que uno de los elementos que ocasionan situaciones violentas “tiene que ver con la poca tolerancia y respeto a las diversidades, en todo sentido no solo en la diversidad por identidad de género u orientaciones sexuales sino en general, (…); y por tanto colocarlo como valor positivo que se destaca y se celebra, es un elemento importante para reducir las actividades negativas y violentas”.

Los consultados insisten en el rol de los padres de familia junto con el personal docente, pero sobre todo, que en los espacios que se impulsen los protagonistas sean los mismos jóvenes. Así lo cree Yuriana, del Liceo de Guararí:

El hecho de que yo sé, que puedo hacer un cambio, aunque sea mínimo, que puedo apoyar para eliminar la violencia, es algo bastante hermoso”.

Proyecto publicado en Delfino.cr

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